APRENDIENDO A REGAR VIDA

Cuidar del entorno y del medio ambiente es una tarea que comienza mucho antes de lo que imaginamos. En la etapa de 0 a 3 años, los niños construyen sus primeras relaciones con el mundo que les rodea: observan, imitan, preguntan y descubren. Por eso es tan importante ofrecerles experiencias que les permitan desarrollar una mirada respetuosa hacia la naturaleza, enseñándoles que cada gesto, por pequeño que sea, contribuye a cuidar nuestro planeta.

En nuestra escuela hemos realizado una sencilla pero significativa actividad: regar las plantas del centro. Lo que podría parecer un gesto cotidiano se convirtió en una experiencia llena de aprendizajes, emociones y descubrimientos.

Antes de comenzar, hablamos con los niños sobre las plantas: cómo crecen, qué necesitan para vivir, por qué debemos cuidarlas y qué ocurre cuando no reciben agua o luz suficiente. Con palabras sencillas y objetos reales, despertamos su curiosidad por esos seres vivos que comparten el espacio con nosotros cada día.

Después, repartimos pequeñas regaderas y salimos juntos a los maceteros que tenemos en la entrada del centro. Los niños, emocionados, esperaban su turno para verter el agua con cuidado. Algunos observaban cómo la tierra la absorbía, otros tocaban las hojas con delicadeza, y otros preguntaban si “ya estaba contenta la planta”. Cada gesto reflejaba la naturalidad con la que los niños pueden conectar con la naturaleza cuando se les ofrece la oportunidad.

Esta actividad, además de ser un momento lúdico y afectivo, cumple un importante propósito educativo. A través del riego:

• Desarrollan sentido de     responsabilidad, al     comprender que las plantas dependen de nosotros para crecer.
• Aprenden a respetar los seres     vivos,     valorando que necesitan cuidados y atención.
• Estimulan su motricidad y     autonomía, al     manipular las regaderas y participar en el proceso.
• Fomentan la observación y la     curiosidad científica, al ver cómo cambian las plantas con el tiempo.
• Refuerzan hábitos sostenibles, integrando desde pequeños la     importancia del cuidado del medio ambiente.

Transmitir el respeto por la naturaleza desde los primeros años no solo educa en valores: forma ciudadanos más sensibles, conscientes y comprometidos con su entorno. Cada planta regada, cada gota de agua derramada con ilusión, es una semilla de responsabilidad que crecerá con ellos.

En la escuela seguimos trabajando para que estos pequeños gestos se conviertan en grandes aprendizajes. Porque cuidar el mundo es un acto que también se enseña, y en la primera infancia se siembran las raíces más profundas.